A manera de epilogo

Sr. Cay. Coll Cuchí:

Amigo mío : Quiere usted que cierre yo este volumen con algunas palabras que sinteticen y condensen la situación actual, en el asunto á que este volumen está consagrado. Sea en buen hora.

Desde el 16 de Marzo, en que se produjo el conflicto entre la Cámara popular y el Consejo burocrático, hasta el 2 de agosto, en que se escriben las presentes líneas, el problema fundamental de nuestro país recorrió una distancia que no corresponde á los cuatro meses transcurridos, sino á un mayor lapso de tiempo. Diríase que trabajó el país cuatro lustros en la obra reivindicativa de su derecho y que avanzó con rapidez y fortuna.

Al salir hacia Washington la Comisión de que usted y yo formamos parte, y que Benitez Castaños completó por sus grandes dotes de inteligencia y de energía, nadie aquí pensaba que pudiera producirse un movimiento de ideas y un esfuerzo de propaganda que repercutiese en todos los periódicos americanos y llegase á todas las ciudades de la América sajona-El movimiento se produjo; el esfuerzo cristalizó en una pasmosa realidad. Y pudimos oir el nombre de nuestra patria resonante desde la Groenlandia á la. Patagonia, á reserva de que más adelante resonara desde las columnas de Gades á las playas del mar Báltico.

Puerto Rico, silencioso y sumiso, empuñaba su clarín y blandía, sino ya el acero de unas espadas que aun no existen, el acero de unas plumas que existen y que expresan el dolor y la protesta de un pueblo digno de ser libre.

Era bastante. Si no hubiéramos ido más lejos, aquel vibrar del alma criolla á travez del globo, aquel resurgir de la voluntad puertorriqueña levantando ecos de simpatía por los hemisferios, libraríanos de la tacha de apáticos ó egoistas ó serviles con que en más de una ocasión, acaso en plenitud de justicia, por lo que se refiere á ciertos compatriotas, nos motejaran nuestros hermanos del centro y del sur, de Guatemala á Buenos Aires.

Pero fuimos más lejos. Resistimos á hipócritas promesas, rehusamos inútiles contemporizaciones con la legendaria esclavitud, redoblamos nuestra firmeza y el Presidente Taft lanzó el mensaje del 10 de mayo, que constituye su descrédito y que, lejos de rebajarnos, levanta nuestro litigio á la altura del orgullo de un primer magistrado que, para defender á sus subalternos, necesita abrir la caja de las tormentas y lanzar sus rayos contra una Cámara y contra un partido que no se asustan de esa maniobra y que siguen resueltos á cumplir su deber.

El Presidente Taft prestó á nuestra causa un servicio insigne. Sin su mensaje, la cuestión se reduciría á, los límites de un pleito nacional. Con su mensaje el pleito se universaliza, en el sentido de que los diarios de París y Londres, Berlín y San Petesburgo, al comentar ese acto despótico, se ocupan de Puerto Rico y aplican á juzgar nuestra situación criterios varios, casi en absoluto convergentes á la presunción de que “algo tiene el agua cuando la bendicen” y de que muy rudo ha de ser al azote cuando la queja se siente á distancias remotísimas.

Las polémicas en la tribuna del parlamento demuestran cómo gana terreno la isla y cómo lo pierde la administración. Hemos visto brotar en los escaños de la Cámara baja paladines de nuestro fuero, pronunciando discursos magníficos, interrumpiendo á los que nos vituperaban, profundizando en el problema colonial. Y no solo Mr. Martín y Mr. Borland, cuyos speechs reprodujimos, sino un grupo poderoso de representantes impugnaba al mensaje de Mr. Taft y combatía con denuedo por nosotros. Fué esteril, de momento, este impulso altruista.

El Congreso aprobó la ley Olmsted. Y en virtud de dicha ley nos impondrán un presupuesto, gracias á otro abuso de tiranía como es la interpretación inícua que á la ley Olmsted dan el Gobernador y el Attorney. Nada importa. Vea usted ahí, amigo mio, el despecho de los carpet baggers en derrota. Saben que su dominio se acaba y se revuelven coléricos é intentan vengarse de los que se atreven á discutir su potestad divina, como redentores y salvadores de una tierra que les conoce y les detesta.

Ese presupuesto no nos perjudica y ese rasgo de autocracia nos favorece, entregándonos un argumento de gran fuerza, que se unirá á los que adugimos en nuestros alegatos de abril último y aduciremos en nuestros alegatos de enero próximo. Todavía hemos de concluir dando las gracias á estos infelices por sus torpezas, más fecundas en bienes para nuestro pueblo que nuestras propias habilidades. Ese Gobernador y ese Consejo Ejecutivo se encargan de consumar su ruina y la victoria nuestra, prestándonos una colaboración que ni aún sospechan.

Van contra el Acta Foraker nuestros golpes, y del Acta Foraker, en los debates del Congreso, se han dicho cosas termiuantes, que usted y yo leímos y que incluyo en esta carta porque es oportuno que las lea también el público : republicanos y uuionistas hojearán el libro que usted prepara, acumulando materiales de singular interés : unionistas y republicanos sabrán lo que del Acta Foraker se opina bajo la cúpula del Capitolio de Washington.

Mayo 13.—Día en que se presntó el bill. Al solicitar Mr. Olmsted el consentimiento unánime, y al objetar Mr. Clark, el autor del bill, dijo:

“Yo confío en que el caballero por Missouri no objetará…. Cual quier otra legislación que sea necesaria para Puerto Rico podremos diferirla hasta la próxima sesión regular”.

Mayo 24.—Discutiéndose el bill, Mr. Payne, que lo defendía, dijo.

—“Mi impresión es que esta vieja ley-el acta Foraker-debe ser tomada en consideración por el comité y debe ser enmendada”.

El mismo día Mr. Clark, de Missouri, dijo :

—“Mi criterio sobre todo esto es que á Puerto Rico debe darse una forma territorial completa de gobierno”.

Mayo 27.—Refiriéndose en el debate á la forma de gobierno de Puerto Rico se le preguntó á Mr. Douglas, que defendía el bill, lo siguiente :

—“¿ No cree el caballero que los puertorriqueños tienen mayor derecho á intervenir en la administración de sus asuntos que el que les concede la Ley Foraker?”

Y el señor Douglas contestó :

—“Yo así lo creo, señor Presidente. Lo creo así con todo mi corazón.”

Mayo 29.—Mr. Scott, el que más habilmente defendió el bill y más duramente atacó á la Cámara, dijo :

—“Daremos á los puertorriqueños una participación mayor en el Gobierno de la Isla que la que tienen bajo el acta Foraker. Esta no es la cuestión inmediata ; pero es indudablemente la fundamental”.

Juuio 3.—Mr. Garrett, dijo:

—“Si el Acta Foraker se enmendara de modo que la mayoría del Consejo Ejecutivo la eligiese el pueblo de Puerto Rico, yo entonces votaría esta enmienda sobre los presupuestos.”

Y terminó su discurso en la siguiente forma :

— “De cualquier manera, deseo manifestar, con toda seriedad, mi creencia de que las condiciones de Puerto Rico denotan la necesidad de una revisión del Acta Foraker. Cualquiera que sea la suerte de este bill, yo creo que en la próxima sesión del Congreso, obrando con honradez y con justicia, debemos revisar esa ley orgánica. Es indudable que muchas de las cláusulas del Acta Foraker no son satisfactorias para la mayoría de aquel pueblo. Para hombres cuya inteligencia, cuyo carácter y cuyos derechos les dan título á nuestra respetuosa consideración.”

Estas manifestaciones fueron recibidas con grandes aplausos por toda la Cámara.

Junio 7.—Mr. Slayden propuso una enmienda á la ley Olmsted proveyendo para la reforma del Acta Foraker en la próxima sesión del Congreso.

Junio 9.—Hubo el siguiente diálogo :

Mr. Butler.—Yo entiendo que este bill no se propone dar una solución á la disputa entre la Cámara y el Consejo?

Mr. Olmsted.—En manera alguna.

Mr. Butler.—La presente ley no tiene otro objeto que proveer dinero para el gobierno de Puerto Rico?

Mr. Olmsted.—Nada más.

Mr. Butler.—Y al pasar esta ley nosotros no aventuramos ningún prejuicio sobre los conflictos de la legislatura en Puerto Rico?

Mr. Olmsted.—No expresamos opinión alguna sobre esto.

Mr. Butler.—Y estas quejas—las de la Cámara–tales y como se han hecho, serán consideradas por el Congreso?

Mr. Olmsted.—En la sesión regular.”

Y por si faltara algo ; por si se necesitara afirmar, desde más cerca, la cercana reforma, el mismo Gobernador Post, al poner la planta en su palacio tras su viaje reciente, declaró que el Congreso revisará nuestra constitución orgánica, y que la mayor ó menor amplitud de la revisión dependerá de nuestra cordura y nuestra templanza. Más claro : el Gobernador—parte en el pleito—nos comunica á desistir de la empresa que, afrontáramos en marzo, porque si no desistimos se restringirá, en vez de extenderse, el molde que ahora asfixia.

Si usted sube las escaleras de la Mansión Ejecutiva y se le acuerda la merced de departir con los gobernantes inconsultos, tete à tete y mano á mano, exprésele la certidumbre de que el deadlock entre la Cámara y el Consejo fué un introito y no un finis coronat opus. Y respóndales usted de que la UNIÓN y la Cámara llegarán á donde sea menester en defensa de Puerto Rico, así relampaguee y truene en las alturas que amenaza con los rayos de Júpiter olímpico.

El acta Foraker se revisará dentro de poco; y si la revisión se aplazara; si la justicia se retardase uno, dos, ó cuatro ú ocho años, los unionistas que en 1867 eran reformistas, y en 1877 eran asimilistas, y en 1887 eran autonomistas, y en 1897 eran gobernantes con gobierno propio; los unionistas que pelearon una pelea de medio siglo por su libertad y su dignidad, lucharán una lucha de otro medio siglo y preferirían morir con decoro á vivir con vilipendio.

Y agrégueles usted, por fin, que el régimen está tan caído en la agonía como los hombres que lo representan y que esto será en honra y gloria de la Unión Americana; pero que si la Unión Americana se prevaliera de su enorme poderío para aherreojar á hijos de América indefensos, nosotros perderíamos nuestra libertad y ella perdería su crédito como nación justa. Y la hegemonía que sueña Elihu Root resultaría un sueño arrastrado por las aguas del Plata y del Amazonas y sepulto en las cuencas profundas del Océano.

Puerto Rico va al triunfo, amigo Coll. Y ninguna frase cerrará este libro con relieve tan alto y con intención tan certera, como el ALELUYA del Lacio, que es á un tiempo grito de alegría é himno de la victoria. Que Dios nos permita, alegres y victoriosos, llevar á nuestro país por los caminos del bienestar y el orden que son una vileza sino lo acompañan la libertad y la dignidad.

De usted con toda simpatía,

LUIS MUÑOZ RIVERA.