La hija favorita de los Estados Unidos

“La hija favorita de los Estados Unidos”

El debate sobre el presupuesto colonial, Puerto Rico 1909-1910

“Puerto Rico ha sido la hija favorita de los Estados Unidos. La soberanía de la Isla fue traspasada en 1898 a los Estados Unidos con el pleno consentimiento de sus habitantes todos”.[1]
“¡Falso! Ni Puerto Rico ha sido la hija favorita de los Estados Unidos, ni la soberanía de ella le fue traspasada con el pleno consentimiento nuestro”.[2]

De levita y chistera aparecen los comisionados enviados por el Partido Unión a Washington, D.C. en mayo de 1909, en la fotografía que abre el libro Pro Patria, editado por uno de ellos, Cayetano Coll y Cuchí, que entrega un relato de lo que podría calificarse como una de las controversias constitucionales más importantes de nuestro siglo 20. Los otros dos comisionados son Luis Muñoz Rivera, el líder político más conocido de entonces, y Eugenio Benítez Castaño, quien regresaría intempestivamente a Puerto Rico, aquejado de lo que se caracterizó por la prensa como una afección pulmonar y por otros como una desavenencia entre correligionarios.

Es Pro Patria un libro con indudable parcialidad política pero que acoge las intervenciones principales que a lo largo de azarosos meses se publicaron sobre el conflicto en torno al presupuesto de Puerto Rico para el año fiscal de 1909-1910. Desde una seguridad moral que apenas disimula y que es parte integral de la propuesta textual, hay en sus páginas declaraciones, artículos, manifiestos, poesía de arrebatos patrióticos y prosa que desmantela posiciones de tribuna desde la más fina ironía. Se lee como un thriller, se organiza como un alegato ante un tribunal de opinión, se goza como una panorámica en sepia de la clase política puertorriqueña, de sus zozobras identitarias y sus aprestos hegemónicos en medio de un relevo colonial, todavía de pocos años y plagado de desencuentros, entre ellos de traducción lingüística y cultural.

Junto a la prensa doctrinaria de la época que reproducía los combates ideológicos –que eran en simultáneo combates de la palabra – Pro Patria constituye el acompañante dialógico que amplifica, contrapuntea o se fuga del lenguaje de escribanía de las Actas de la Cámara de Delegados correspondientes al bienio 1909-1910 que se reproducen en este volumen.

Cronológicamente, Pro Patria se inscribe entre la primera sesión legislativa, signada por el abismo creciente entre los actores políticos – la Cámara de Delegados, el Consejo Ejecutivo y el gobernador – en torno al presupuesto y la segunda, marcada por fiats imperiales y humillaciones coloniales. Es, por tanto, una relación de lo que sucede después que se produce el impasse legislativo pero a la vez de desplazamientos al interior del Partido Unión que copaba la legislatura insular y nuevas composiciones de lugar para el país.

Las reverberaciones políticas de la crisis son claves para entender la segunda década del siglo en Puerto Rico: el liderato de Luis Muñoz Rivera se afianza; la influencia de Rosendo Matienzo Cintrón disminuye; la camada más joven liderada por Luis Llorens Torres gravita hacia la independencia; se intensifica la campaña contra la Ley Foraker si bien con nociones inconsistentes sobre la deseabilidad de extender la ciudadanía de Estados de Unidos a Puerto Rico vis a vis las peticiones por mayores niveles de gobierno propio.

Desde la crisis, se iluminan también la situación tarifaria y cómo pueden afectarse las exportaciones azucareras si hay una modificación en el arancel y las cuitas del café que no abaten mientras la absorción de tierras por capitales absentistas se incrementa, proceso que llegará a máximos a partir de la Guerra Mundial (1914-1918). Hay también debates sobre la lengua. Todo lo anterior en medio de las realidades cotidianas que ameritan atención legislativa, de la adaptación de los códigos legales, el avance de la americanización en la educación y en los protocolos de los servicios públicos, todo ello atravesado por la modernización de las vidas que ya no tiene marcha atrás.

Como se aprecia, en éste y en los volúmenes que le preceden y que han sido publicados por la Academia Puertorriqueña de Legislación y Jurisprudencia desde 1904, cuando comienza a funcionar la Cámara de Delegados, los grandes debates alternan en los procedimientos camerales con temas de micro y mediana gestión. Sin embargo, nada en las páginas de las Actas, aún lo que parezca más acotado y puntual, se sustrae de los giros más amplios de opinión. Por ello, la necesidad de triangular con otras fuentes, en este caso me apoyo en la prensa de época y en textos como Pro Patria y otros que rescatan las actuaciones de los partidos y de figuras imprescindibles para calibrar opiniones y decisiones.

Recordemos que por convenciones del género, las actas de la Cámara de Delegados registran el tracto procesal del ejercicio legislativo. No quedarnos ahí, identificar sus entrelíneas y subtextos tiene siempre algo de riesgo pero comporta también responsabilidad metodológica. A la denotación siempre útil que se logra en una lectura de superficie del texto, le han de suceder los recorridos de significación que dan cuenta de las inevitables opacidades y complejidades de las palabras y las acciones políticas.

Una Cámara Unionista y Radical

El Partido Unión de Puerto Rico tenía apenas cinco años de fundado cuando se produjo el impasse sobre el presupuesto insular en la sesión legislativa que concluyó en marzo de 1909. Su nacimiento en 1904 se adscribió a dos ideas que Rosendo Matienzo Cintrón, miembro prominente del Partido Republicano, postuló con insistencia a partir de la decepción que le produjo la aprobación de la Ley Foraker y la complicidad de su propio partido en la gestión de gobierno bajo el nuevo estatuto colonial. En un manifiesto dado a conocer en febrero de 1902, Matienzo Cintrón proclamó la idea de la unión que presuponía la disolución de los dos principales partidos, el Republicano (los antiguos “puros” de José Celso Barbosa) y el Federal (los antiguos ”fusionistas” de Luis Muñoz Rivera) para encaminar un propósito de país. En un momento del texto afirma Matienzo: “Puerto Rico debe tener una sola voluntad política”.[3]

La segunda idea y que engarza con la sostenida por Luis Muñoz Rivera con anterioridad en varios escritos como, por ejemplo, el célebre seriado Las Causas del mal y Los remedios del mal (1891), es la de la opinión, que refiere en primer lugar a un pensamiento y una voz en común en torno a unas propuestas fundamentales y en segundo lugar, a una estrategia de comunicación que valdría para enfrentar los excesos de la administración colonial en Puerto Rico y para hablar ante los poderes metropolitanos: “Ya lo he dicho antes: se puede vivir ahora sin la existencia de esos partidos políticos. Lo que es indispensable es que haya opinión pública, opinión pública constituida”.[4]

Cuando el 19 de febrero de 1904 se fundó el partido, su quinta base constitutiva condensó la fuerza de aquellas dos ideas. En palabras de José de Diego, otro de los fundadores, “esta unión no debe representar solamente una suma de persona, sino también una suma de ideales comprendida en el supremo concepto de la patria”.[5]

En 1960, próximo a iniciar su última y quizás más difícil campaña electoral, Luis Muñoz Marín describió así la fundación de la Unión en la peregrinación anual que hacía a la tumba de su padre en Barranquitas:

Luis Muñoz Rivera fue fundador, con otros ilustres puertorriqueños, de lo que fue en su tiempo un gran partido político que se llamó la Unión de Puerto Rico. Como partido político la Unión de Puerto Rico cumplió su misión. Vinieron otros tiempos, surgieron otros partidos y hubo que enfrentarse con problemas enteramente distintos a los problemas a que se enfrentó la Unión de Puerto Rico. Pero cuando Muñoz Rivera dio toda su adhesión a fundar la Unión de Puerto Rico, él tenía una idea más honda que la de un partido político. Estaba pensando, creo yo que estaba pensando; yo era un niño entonces y no podía hablar con él de su pensamiento – en algo más que un partido político en este sentido de unidad de los puertorriqueños de que he estado conversando en esta ocasión. Unidad dentro de la diversidad, unidad dentro de las discrepancias pero unidad del pueblo de Puerto Rico. El pueblo de Puerto Rico discute pero es el pueblo de Puerto Rico. El pueblo de Puerto Rico discrepa unos puertorriqueños con otros pero todos juntos somos: el pueblo de Puerto Rico, la unión de Puerto Rico. En ese sentido recordemos a Luis Muñoz Rivera.[6]

Ya para las elecciones de 1906, los unionistas habían copado todos los asientos de la Cámara de Delegados (había delegados que pertenecían a la Federación Libre de Trabajadores como Ramón Romero Rosa que fueron a las elecciones en el ticket unionista). En 1908, los unionistas repitieron copo con 101,033 votos a favor frente a 54,962 que obtuvieron los republicanos. Cuando se inauguró la sesión legislativa (la quinta bajo la Ley Foraker) en enero de 1909, los unionistas recrudecieron sus ataques contra el privilegio que la ley otorgaba al Consejo Ejecutivo, dominado por norteamericanos y cuyos miembros puertorriqueños, entre ellos José Celso Barbosa, eran casi sin excepción afiliados del Partido Republicano. El Consejo Ejecutivo y el gobernador respondieron a tono con ese mismo privilegio y se dedicaron a frenar un gran número de proyectos aprobados en la cámara menor.

Era otra también la dirección del Partido Unión y la presidencia de la Cámara de Delegados. Para la legislatura que inauguró en enero de 1907 había ocurrido una defenestración suave de Matienzo Cintrón, hasta entonces el presidente del cuerpo. El liderato del partido se desplazaba hacia Luis Muñoz Rivera. Matienzo se posicionó entonces como delegado independiente sin romper con la Unión y asumió lo que muchos consideraban “una voz moral”.

Sin embargo, hay un dato que intercepta el liderato de Muñoz Rivera y que radicaliza a la legislatura de 1909. Luis Díaz Soler, en su libro sobre Matienzo Cintrón, habla de un cambio generacional. De los 35 delegados electos, 21 eran legisladores nuevos. Sobre este grupo, Matienzo ejercía una gran influencia, especialmente por su opinión de que el liderato de Muñoz Rivera tendía al “gobiernismo”, es decir, a valorar más su capacidad de compartir la administración de la colonia que el plantarse frente a las humillaciones de la Foraker. El nuevo perfil de la legislatura enfila su ofensiva a lograr el fin de la detestada ley orgánica.

A mi juicio, la presión de este bloque tuvo sus efectos en Luis Muñoz Rivera. De enero a mayo de 1909, su lenguaje y su talante asumen registros más contenciosos. Podría pensarse que el torpe y arrogante manejo de la crisis presupuestaria por parte de la administración colonial no exigían menos. Pero, por otra parte, se hace evidente que las acusaciones de oportunismo en su contra esgrimidas por el sector más joven del partido movieron a Muñoz Rivera a un posicionamiento más agresivo ante la crisis presupuestaria. Quizás fue un movimiento táctico con el que lograría el control indiscutido en el seno de la Unión pero a fin de cuentas le señaló el derrotero para años de lucha constante para obtener la mayor medida de gobierno propio para el país.

La Quinta Legislatura

A pesar de sus trastornos de salud que reaparecerían a lo largo de la sesión, José de Diego asumió el 11 de enero de 1909 la presidencia de la Cámara de Delegados. Al otro día, en sesión conjunta, el Consejo Ejecutivo y la Cámara oyeron el mensaje inaugural del gobernador. En el discurso, el gobernador Regis Post anunció de entrada que “esta sesión no debe votar créditos que excedan del ingreso corriente del gobierno” e hizo claro su convencimiento de que las vacantes en las judicaturas municipales debían ser ocupadas por designación del gobernador y no por elección. De golpe y porrazo, el poder de la “bolsa”, es decir, la capacidad de la Cámara para asignar el gasto público quedaba coartada y se abría un contencioso con respecto a la primacía del poder ejecutivo (el gobernador con la anuencia del Consejo Ejecutivo) sobre el legislativo en torno a vacantes judiciales. Habida cuenta de que la Ley Foraker incurría en una clara confusión entre el ejecutivo y el legislativo, la decisión de Post de nombrar a los jueces municipales, añadió municiones al descontento contra la ley orgánica.

El resto del mensaje insiste sobre todo en las limitaciones presupuestarias. Las necesidades se multiplican. Faltan escuelas, el sistema sanitario deja mucho que desear, no hay suficientes policías en un país en el cual “según se va aumentando el área de cultivo en la Isla, se aumenta el servicio de vigilancia de la fuerza”.[7] Denuncia Post problemas en los abastos de agua debido a la deforestación rampante. Señala también que la ansiada construcción de un Capitolio tendrá que posponerse. Posiblemente pueda iniciarse durante la próxima década.

La disminución de ingresos se debía, según Post, a una baja en los valores de exportación de productos como el café y el tabaco. Aunque las estadísticas azucareras muestran crecimiento, hay pesimismo respecto a la protección tarifaria. Se habla de que el Congreso puede bajar o incluso eliminar las tarifas azucareras por lo que Puerto Rico podría perder mucha de su ventaja competitiva en el mercado norteamericano. Post insiste: “Debe hacerse todo esfuerzo para convencer al Congreso de que la prosperidad de Puerto Rico es valioso activo de los Estados Unidos, no solo sentimentalmente sino también práctica y comercialmente”.[8] Sorprende la alusión a los sentimientos y que no se asuma aunque sea retóricamente algo de responsabilidad imperial. No obstante, hay un consuelo. El gobernador anuncia que el presidente saliente Roosevelt “una vez más ha recomendado al Congreso, que se conceda la ciudadanía americana a los ciudadanos de Puerto Rico”.[9]

Muchos de los trámites legislativos en la sesión remiten a los ya conocidos temas de traducción y adaptación entre lenguajes y culturas. El delegado Benítez Castaño presenta un proyecto para autorizar que en caso de discrepancias entre los textos de las leyes en inglés y español prevalezcan estos últimos.[10] El P. de la C. 66 presentado por Domínguez Gómez solicita “excusar a los maestros rurales de la obligación de enseñar inglés a los discípulos de los campos”.[11] Dominan, sin embargo, los proyectos que solicitan asignación de fondos para obras públicas. Coincidiendo con el gobernador, Llorens Torres, uno de los delegados radicales, propone que se aplace la construcción del Capitolio pero que se utilicen los $300,000 asignados para la obra para erigir tres puentes, eso sí, en su jurisdicción de Juana Díaz.[12]

Hay piezas legislativas dirigidas a ampliar el ámbito de los derechos ciudadanos. El P. de la C. 39 del delegado Nemesio Canales, otro de los radicales, propone sin ambages “la emancipación legal de la mujer”.[13] No extraña que poco después, la pieza quede pospuesta indefinidamente.[14] Sin embargo, el tema de los derechos de las mujeres – combinado con alguna reivindicación regional – está en el aire. No sé si el P. de la C. 206 favorece a la mujer. Su propósito es “para regular la prueba de la promesa de matrimonio en acciones civiles y criminales”.[15] La Cámara recibe una solicitud de las señoritas Porras, Grana y Bacó, escribientes de los Fiscales de Ponce y Mayagüez, “para que se nivelen sus sueldos al igual que el del escribiente del Fiscal de San Juan”.[16] Otro proyecto aspira a que se reduzca la jornada laboral de los braceros y artesanos que trabajan para el gobierno insular a ocho horas.[17] Por otro lado, se encuentran proyectos que “restringen” libertades, como “la de andar descalzo”, presentado por Llorens y Oppenheimer.

No faltan iniciativas que confirman que todavía el país es eminentemente rural. Un proyecto para castigar “la riña libre de gallos”, una investigación sobre a qué se dedican cuatro bueyes propiedad del Departamento del Interior que aparecen trabajando en una finca de Toa Alta mientras se paga por su cuido en Carolina se mezclan con proyectos para fomentar la construcción de letrinas rústicas en los campos de Puerto Rico, con el P. de la C. 180 que reglamenta la profesión de la agrimensura y con la asignación de fondos para combatir la uncinariasis, uno de los temas sobre los cuales no hay controversia entre la Cámara y el Consejo Ejecutivo.

Por supuesto, el problema eminente del agro puertorriqueño y que aparece una y otra vez en las actas, es la desprotección tarifaria del tabaco y del café, especialmente de este último, lo que impactaba su comercialización. El 12 de febrero se aprueba enviar un memorial al Congreso solicitando un impuesto al café extranjero y que “la revisión de las tarifas arancelarias actualmente en discusión en la Metrópoli, no cause perjuicio al azúcar, tabaco, y otros frutos de Puerto Rico”.[18]

La pérdida de mercados seguros o protegidos, junto a las secuelas de la devaluación monetaria a raíz de la invasión, del huracán San Ciriaco y la falta de créditos han precipitado la crisis de los campos. Llorens Torres así la describe:

Por cuanto el malestar más hondo que aflige al pueblo puertorriqueño es la espantosa crisis económica causada principalmente por la postración de la riqueza cafetera de la isla, cuya postración y la consiguiente depreciación de los jornales hace que vivan en la mayor miseria, sin pan, sin hogar y sin vestidos, miles de hermanos nuestros que han puesto en nuestras manos su salvación y su mejoramiento.[19]

Propone el delegado que se apruebe el P. de la C. 98 “para crear una caja territorial de Crédito Agrícola Hipotecario para prestar dinero a los agricultores”.[20] Una comunicación del 15 de enero de 1909 del Comisionado Residente en Washington, Tulio Larrínaga, acentúa el pesimismo cameral. El azúcar y el tabaco de Puerto Rico no corren peligro por lo pronto de ser afectadas por una acción congresional, pero el café, sí.

Hay, como es menester, reconocimientos camerales a personas y entidades. Dos de ellas resaltan cuando se les mira retrospectivamente. El 12 de febrero, la sesión se levanta “en honor a la memoria de Abraham Lincoln, vivo y glorioso en la historia de la humanidad, y con motivo del primer centenario de su natalicio”.[21] La admiración a Lincoln formaba parte del imaginario colectivo de sectores políticos y letrados puertorriqueños por su decreto de emancipación de los esclavos en Estados Unidos que aceleró el proceso abolicionista en la isla. Pero a la altura de 1909, Lincoln ya era parte también de la cultura popular de Puerto Rico, a través del currículo escolar y el calendario festivo.

El segundo reconocimiento es la felicitación que la Cámara de Delegados envía a William H. Taft al jurar su cargo como nuevo presidente de Estados Unidos. En el texto del cablegrama firmado por el Speaker José de Diego, hay un augurio de la crisis que se avecina: “House of Delegates in [sic] behalf of the Island of Porto Rico extends to you its congratulations and hopes your administration will be prosperous for the United States and for the liberty that the people of Porto Rico deserve and has not.”[22]

El debate presupuestario

Si la incertidumbre económica y la insuficiencia fiscal presidieron el día a día de los trabajos de la sesión que inició en enero de 1909, fue el conflicto sobre el presupuesto entre la Cámara de Delegados, de un lado, y el gobernador Post y el Consejo Ejecutivo, del otro, lo que convirtió a la Quinta Legislatura en la zona cero desde donde se desató un proceso que reveló las contradicciones, los límites y las ambigüedades del dominio colonial de Estados Unidos sobre Puerto Rico.

A partir de la primera semana de marzo, las actas confirman las idas y venidas de los anteproyectos de presupuesto entre la Cámara y el Consejo. A pesar de la conformación de comités de conferencia para negociar enmiendas y concesiones, las líneas en la arena marcadas por los dos bandos evitaron al final cualquier avenencia. Así lo explica Pro Patria: “Se cedió hasta donde podía cederse dentro del honor y la dignidad humanas”.[23]

En la noche del último día de la sesión ordinaria, la Cámara acordó no solicitar más reuniones de conferencia. A las once y quince – continúa la descripción – se aprobó en la Cámara un memorial dirigido al Congreso y al presidente de los Estados Unidos. Es un texto corto. Sus puntos principales son los siguientes:

  1. La derogación o al menos la modificación de la ley Foraker para que la Asamblea Legislativa sea electa popularmente y que el gabinete sea nombrado por el gobernador con el consentimiento del Senado.
  2. Que los puertorriqueños gocen de la plenitud de nuestro derecho a la libertad. En el memorial, esta demanda no está ligada a status alguno, sino a no vivir bajo tiranía.[24]

Con un toque de teatralidad, Luis Muñoz Rivera se dirigió al cuerpo cuando languidecía el último día de sesión ordinaria: “Son las doce menos diez minutos. La constitución orgánica prescribe que la Asamblea debe levantar sus sesiones a las doce en punto. Pido que se cumpla ese precepto constitucional”.[25] La convocatoria por el gobernador a una sesión extraordinaria para el día siguiente, 12 de marzo, trae nuevas esperanzas. La sesión ordinaria termina en una nota optimista que pronto se disipa.

En su Mensaje inaugurando la sesión extraordinaria, Post admite el diferendo presupuestario pero plantea a la Cámara que hay legislación pendiente que merece aprobarse, como por ejemplo, el proyecto para sostener a la Escuela Normal. Anuncia que simpatiza con otros proyectos de obras públicas sometidos pero les recuerda a los delegados que no hay dinero. En conferencia se lograron salvar asignaciones importantes como las que sufragan el programa contra la anemia y la uncinariasis y dotan para la operación de la Escuela Normal. Pero aun así no se salvan las diferencias. Tras tres días de deliberaciones, se clausuró la Extraordinaria. Comenzaba así un periodo extraordinario de crispación política cuya bitácora reconstituimos a través de la prensa y de las páginas de Pro Patria.

De cómo se arma una crisis constitucional

La cronología que enhebra Pro Patria se inicia con una reunión de la Junta Central del Partido Unión el 12 de enero de 1909 con los 34 delegados electos en los comicios de noviembre de 1908 (un delegado murió antes de tomar posesión). Ya en esa reunión eran evidentes los barruntos de una confrontación con el Consejo Ejecutivo y el gobernador. Para los participantes, los “centros ejecutivos” rehusaban el concurso de la “opinión insular” y “pretenden convertir en una triste farsa la representación legislativa”.[26] La Junta se pronuncia contra la Ley Foraker y aboga por “leyes de carácter autonómico para la vida entera del país”.[27]

El reclamo de que se ignora la opinión pública se reitera pocos días después por Luis Muñoz Rivera. El vaso se desborda, advierte el delegado electo por Guayama “y el líquido rojo y caliente que se derrame será el líquido rojo y caliente de nuestra indignación patriótica”.[28] La escalada retórica no parece satisfacer a los jóvenes radicales. Desde las páginas de La Correspondencia, Llorens Torres aconseja una “abstención” legislativa como signo de protesta ante Estados Unidos. En su contestación desde La Democracia, Muñoz Rivera plantea que la abstención puede abrir las puertas al despotismo, a un régimen de fuerza y hasta el intento de elegir una nueva Cámara. Ahora bien, para no dejar que Llorens ocupe por sí solo el espacio simpático de la indignación, Muñoz Rivera reafirma que la independencia sería el destino de Puerto Rico si se pierde la última esperanza y que él encabezaría el movimiento.[29]

Hay que señalar que Pro Patria se organiza desde un doble discurso: es, por supuesto, un alegato contra la arbitrariedad colonial pero es también un apuntalamiento del liderato de Luis Muñoz Rivera frente al desafío interno que representa el grupo radical y su mentor, Matienzo Cintrón. Tomemos, por ejemplo, la reunión convocada por el gobernador el 26 de enero a la que concurren Muñoz Rivera, Eduardo Giorgetti, Carlos María Soler y Ramón Delgado (designados por la Junta Central), dos miembros (Hoyt y Willoughby) del Consejo Ejecutivo y un intérprete. La reseña de La Democracia pone en boca del gobernador la preocupación por el avance de la radicalización: “desde hace algún tiempo se manifiesta en la isla una hostilidad abierta contra los americanos, por razón de su origen”.[30] La delegación unionista le riposta a Post de que si existe el antiamericanismo “como síntoma, como germen, a través de la Isla, de tal sentimiento no es responsable la Unión de Puerto Rico, que no dispone de medios para contrarrestarla, desde el punto en que no nace de las propagandas del partido, sino de los actos del poder”.[31]

La hostilidad entre puertorriqueños y americanos – explica la delegación unionista –

tiene varias fuentes: publicaciones ofensivas por parte de misioneros, militares, turistas y militares que han visitado la isla; el monopolio de los altos cargos por los norteamericanos y las tasaciones caprichosas de la propiedad. Sobre todo, responde a la poca solidaridad y respeto que tiene el gobierno para con los delegados puertorriqueños electos democráticamente.

Al finalizar la reunión, Post entrega a los líderes camerales una carta pero les pide que no la abran allí. Cuando lo hacen, la comisión criolla encuentra que el Ejecutivo se reafirma en su potestad de llenar vacantes municipales (la alcaldía de Caguas es otra de ellas) sin consultar con la opinión del partido Unión. Muñoz Rivera se muestra implacable: “Grande pretensión es la de que el Gobernador, oyendo, consultando a sus amigos, sepa más que los organismos dirigentes de las organizaciones militantes”.[32]

El malestar entre los dos poderes va a teñir negativamente a la sesión legislativa. De ahí que no sea para nadie sorpresa que se produzca el impasse en torno al presupuesto que ya hemos descrito en el análisis de las actas de la Cámara. Lo que no es tan evidente pero que se trasluce de una lectura cuidadosa de las notas periodísticas y los editoriales de La Democracia es que Muñoz Rivera va a utilizar la confrontación para afirmar su liderato al interior de la Unión. José Trías Monge es de la opinión que Muñoz Rivera maniobró con éxito para desviar la confrontación hacia el tema presupuestario. Hubo mucho de deliberado y de sagacidad política en la “radicalización” discursiva de Muñoz Rivera. Al reorientar el debate hacia el tema del presupuesto, el líder unionista impidió que la agenda fuese dictada por el grupo de “jóvenes turcos” que a la sombra de Matienzo Cintrón veían con creciente simpatía la idea de la independencia.[33]

No concuerdo del todo con Trías. Creo que las fronteras entre la crisis presupuestaria y la crisis constitucional son muy porosas. Durante la primera sesión (enero-marzo de 1909) Muñoz Rivera enfocó el debate a la cuestión del presupuesto. Con el fracaso de la sesión, la posición de Muñoz Rivera quedó más cerca de la de los jóvenes radicales. Cuando viaja a Washington, el discurso de Muñoz Rivera se torna binario y patriótico – el imperio y la colonia; la libertad y la tiranía.

Los delegados puertorriqueños viajan a Washington

Cuando, alboreando el 16 de marzo, se clausuró la sesión extraordinaria sin aprobar presupuesto, la Cámara se reunió secretamente y decidió enviar una comisión a Washington. Por motivos de salud, De Diego no podía hacer el viaje. La presidencia de la Comisión recayó en Luis Muñoz Rivera. Su liderato era ya incontestado. El 14 de marzo – en medio de la sesión extraordinaria de la Cámara – la asamblea del partido Unión le había dado un voto de confianza tras presentar – como golpe de efecto – su renuncia a la junta central de la colectividad. Lo que estaba en juego era la ratificación de la estrategia asumida por la Cámara ante el Ejecutivo. Llorens y De Diego presentaron propuestas alternas pero la de Muñoz Rivera prevaleció. En corto, su propuesta giraba en torno a dos puntos:

  1. Seguir combatiendo a la Ley Foraker;
  2. En sus relaciones con el gobierno, la Unión contestaría benevolencia con benevolencia; hostilidad con hostilidad; al ataque violento con el ataque viril.[34]

A diferencia de Llorens que apostaba por el rompimiento, Muñoz Rivera sostuvo entonces que “cuando el poder sea justo, estaré con el poder; mientras se manifieste arbitrario y despótico, lo combatiré con nobleza y lealtad”.[35] Para Cayetano Coll y Cuchí el pueblo puertorriqueño había respondido con aplausos cuando la Cámara que habían electo libremente “aceptara el guante que le arrojara un puñado de aventureros extranjeros”.[36] Dos días después, la Comisión embarcaba rumbo a Washington.

Las cosas no fueron bien desde un comienzo. La Comisión decidió ir primero a Nueva York pues quería reunirse con la prensa más influyente de Estados Unidos – la de Nueva York – con la esperanza de llegar a la capital federal con una opinión pública a su favor. Pero sólo el Tribune y el Sun le concedieron buena cobertura; apenas hubo notas en el Times, el World y el Herald.

Mientras tanto, otra comisión del Consejo Ejecutivo viajaba directamente a Washington para presentar su versión. Cuando la comisión unionista arribó finalmente, Hoyt, Ward y Willoughby tenían a los periódicos de Washington de su parte.

Todo conspiraba en contra de los unionistas: el dominio del inglés de los consejeros, sus relaciones con congresistas y periódicos, el hecho de ser norteamericanos. A ello se sumaba la labor de zapa que hacía el líder obrero Santiago Iglesias Pantín mediante sus vínculos con la American Federation of Labor. El 28 de marzo la AFL cuela en la prensa de Washington un cable donde Iglesias acusaba a los unionistas de “antiamericanos” y solicitaba la permanencia de la Foraker.[37]

Ese mismo día el Secretario del Interior, Richard A. Ballinger reunió las dos comisiones. Para Coll y Cuchí, la parcialidad de Ballinger fue clara desde un inicio. El Secretario les advierte a todos que el Congreso tendría que intervenir, algo en lo que concurren los representantes del Consejo Ejecutivo que se ceban en Luis Muñoz Rivera. La discusión se torna agria. Así la describe Coll y Cuchí: “ahora parecía que los Consejeros tenían gran empeño en atacar personalmente al señor Muñoz Rivera, y tomaba un sendero en cuyos horizontes empezaban a formarse las acusadoras nubes de anti-americanismo, que tantos argumentos han prestado a los enemigos de la Isla”.[38]

Pronto fue obvio que el guión estaba escrito por los representantes del Consejo Ejecutivo quienes presentaron una propuesta centrada en que el presupuesto vigente se extendiera para el próximo periodo fiscal. De lo que se trataba era de que “el gobierno pueda continuar en Puerto Rico” pero en segunda instancia, y más importante, de que se enmendara la Ley Foraker para hacer integrar el mecanismo del presupuesto repetido en caso de que volviera a ocurrir un impasse en la ley orgánica.

Ahora bien, si esos son los planteamientos clave, había un propósito descalificatorio de parte de los representantes del Consejo que cotiza mejor a los oídos de Ballinger y eventualmente a los del Presidente: cualquier alegato de la Cámara estaba significado por una inconfesada pero no menos evidente antipatía hacia la administración de Estados Unidos en Puerto Rico. En la versión de presupuesto de la Cámara, según sus detractores, se perseguía de manera larvada achicar el ámbito de jurisdicción norteamericana e ir arrimando más poderes de gobierno al elemento local. Un ejemplo bastaba: era obvio, señalan los concejales, que el presupuesto disminuía la asignación de fondos a la Corte Federal porque para los unionistas la corte “era repugnante al Pueblo de Puerto Rico”.[39]

Ante los poderes metropolitanos

Poco tiempo después, el presidente Taft recibió a la comisión cameral en Casa Blanca. El ex gobernador de las Filipinas (1901-1903) y futuro Juez del Tribunal Supremo (1921-1930) era un hombre imponente, rotundo. Tras un rápido saludo procedió a dar su versión de la crisis. La narración, dice Coll y Cuchí, era tan extraña que el propio Secretario Ballinger le interrumpió para decirle que no había sido realmente como el presidente lo contaba. Apenas le dio oportunidad a Coll y Cuchí – el único que hablaba inglés con alguna fluidez – a describir los salientes de la crisis. Tuvo tiempo, sin embargo, para señalarle al presidente que la Cámara de Delegados no aprobaría el presupuesto sin se le hiciera previamente amplia justicia a Puerto Rico. A reglón seguido, Taft abandonó la sala y los dejó con un palmo de narices. Ballinger les pidió, condescendientemente, que le escribieran un memorándum al presidente asegurando que él se lo haría llegar.

En comunicación a la Junta Central del Partido Unión, los comisionados no pudieron disimular el pesimismo: “Juzgamos patriótico que la Unión se disponga a nuevas campañas. Si éstas se mantienen con vigor y sin timidez, los que no quieren escucharnos, nos escucharán. Y no se ganó Zamora en una hora. La Ley Foraker, como las rocas seculares, ha menester mucho barreno y mucha pólvora”.[40]

En la tercera semana de estancia de la comisión en Washington, el Washington Herald publicó dos artículos: en el primero, del 2 de abril, acusaba a la legislatura unionista de querer monopolizar los cargos judiciales en la isla; el segundo reproducía una entrevista que le hicieran a Luis Muñoz Rivera en Nueva York donde expresó que: “Las cosas han llegado a una situación tan aguda, que al Gobierno Federal le quedan dos caminos: o el de una gran expansión liberal o el de una gran opresión tiránica”.[41]

Con un miembro fuera de combate (Benítez Castaño regresó a Puerto Rico una semana después despertando rumores de que había desavenencias al interior de la Comisión), arreció la opinión desfavorable en la prensa norteamericana. En una carta a la Junta Central, los comisionados señalan que los periódicos en la capital federal “reciben nuestras notas y las extractan mal o las rehúsan, mientras acogen y extienden las notas de nuestros contrincantes”.[42] Para Muñoz Rivera y Coll y Cuchí no hay duda alguna que la opinión, esa idea central en el ideario unionista, basculaba hacia el gobernador y el Consejo Ejecutivo.[43]

Es hora de pasar un balance antes de realizar las últimas rondas por los pasillos congresionales. Coll y Cuchí deslinda entonces entre la derrota con relación al presupuesto y la victoria alcanzada en movilizar y plantear algo superior. De paso, saca el título del libro que recoge las incidencias del difícil viaje a Washington:

Habrá presupuesto, sí; pero la situación de la Cámara adquirirá el prestigio de una lucha definitiva en la patria y por la patria. Y si cumplimos todos nuestro deber, Puerto Rico salvará su nombre de la ignominia y sacará a flote su libertad, con lágrimas o sin lágrimas, con sacrificios o sin sacrificios.[44]

La máquina trituradora

Hay coraje en los comisionados. La “máquina boicotizadora” quiere triturarnos –señalan – pero “si nos dejamos triturar”. “Somos pequeños pero somos duros”. Anticipando que el presidente Taft habría de pronunciarse respecto al tema de Puerto Rico, los comisionados elaboran un folleto que entregaron en las oficinas de los representantes. Es un alegato que se modela como carta de agravios. Su arquitectura discursiva lo hermana a textos como la propia Declaración de Independencia de las Trece Colonias de 1776-7 y la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789 de los revolucionarios parisinos. De hecho, el epígrafe de la exposición al Congreso lee así:

O los grandes principios adoptados por la Revolución en Philadelphia y en París – 1777, 1789 – mantenidos por los más ilustres pensadores y estadistas de Europa y América, son mentira, o es verdad que un millón de almas vive en Puerto Rico en insoportable tiranía, bajo los pliegues de la bandera americana.[45]

¿Desde qué lugar de privilegio discursivo exponen los comisionados? Hablan desde la representatividad superior que concede el voto popular frente al otro cuerpo legislativo, el Consejo Ejecutivo, constituido por designación. ¿Hacia dónde deben mirar los que lean la exposición? No meramente a los asuntos puntuales de la crisis sino también “al conjunto del sistema que produjo esas dificultades y que, si le dejáis subsistir, producirá esas mismas y otras más serias en no remoto porvenir”.[46]

Lo que ha ocurrido para ellos es una traición a los principios fundacionales de Estados Unidos: “Vosotros tenéis en vuestros mares y bajo vuestras banderas una pobre isla cuyos ciudadanos sufren el eclipse de los principios, que hacen próspero y libre vuestro suelo nacional”.[47] ¿Puede ser Estados Unidos una nación opresora? No, dicen los suscribientes, “porque sus tradiciones la llaman a ser algo más noble: la llaman a ser redentora y libertadora”.[48] Es una contradicción insostenible. O es luz o es sombra:

No podéis vivir en este punto en contradicción abierta con vuestra historia, ni permitir que se debilite o apague la inmensa luz que encendisteis en la bahía de que, con plena justicia, os sentís orgullosos. El faro de vuestra estatua no ilumina el mundo entero: en un rincón de sombras, Puerto Rico, que es vuestro, demanda que las claridades del continente iluminen también a la pobre isla del dolor y el olvido.[49]

El rincón de sombras

Hubo promesa en Ponce, en julio de 1898. Hubo compromisos en París, en diciembre de ese mismo año, cuando en un gesto tardío, España “proponía que se fijase la situación futura de Puerto Rico en cuanto a sus derechos políticos”[50] a lo que Estados Unidos contestó que su Congreso ”no se apartaría de sus prácticas y concedería la mayor libertad a sus nuevas posesiones”.[51]

Entonces tras 19 meses de inexplicable gobierno militar, llegó el Acta Foraker con su confusión de poderes, con el control de las leyes “en manos extrañas al país”. Tres son sus mayores vicios: el establecimiento de un gobierno sin el consentimiento de los gobernados, el solapamiento de los poderes ejecutivo y legislativo y el despotismo en la gestión gubernamental. Es tiranía, así la define James Madison en El Federalista, Montesquieu en El espíritu de las leyes; así lo denuncia Thomas Jefferson en sus Notas sobre Virginia.

¿Cómo se justifica esta renuncia a los principios fundamentales del derecho constitucional, este olvido de las promesas de Ponce y París, se preguntan los comisionados? Con el argumento de ‘la incapacidad nuestra para gobernar a nuestro propio país”.[52] Es el clásico argumento de los dominadores en todos los tiempos, afirman Muñoz Rivera, Coll y Cuchí y Benítez Castaño y – con la incorrección política propia de la época pero con lógica impecable – ripostan:

Aún en la hipótesis de que Puerto Rico viviese todavía en plena edad de hierro y resolviese sus problemas con la catapulta o con la espada, ningún otro pueblo podría legítimamente gobernarle sin su consentimiento, ni imponerle tributos sin su intervención. Hasta los negros de Zululandia y de Abisinia, desnudos y salvajes, ejercen y deben ejercer su autonomía política.[53]

Si desde las Cortes de Cádiz hasta la proclama de la carta Autonómica en 1897 estadistas de talla en España proclamaron la capacidad de Puerto Rico para dirigir sus asuntos, ¿cómo “una egoísta burocracia”, pendiente sólo de “sus sueldos pingües y sus cómodas residencias gratuitas” se atreve a negarla?

Reacción o libertad

De lo que se trata no es que haya o no haya un presupuesto de gastos para un año económico. Es que haya o no haya representación efectiva insular en el gobierno insular.[54] Lo que está en juego no es un detalle; es el conjunto. Le toca a Estados Unidos decidir “por la reacción o por la libertad”.[55] Se cierra un círculo: la exposición termina con un regreso a Filadelfia, “a la campana de bronce que anunció a la humanidad atónita el nacimiento de los Estados Unidos”.[56]

El presidente habló

La comparecencia de Taft se atrasa: “Quiere, sin duda, pegar en frío, y no en caliente, su golpe de big stick”.[57] Los comisionados deciden regresar. Los comentarios de los últimos días son un veredicto amargo: lo que ha pasado es una manifestación del imperialismo yanqui y el presidente es un emperador con sus reyezuelos que gobiernan estados y territorios y “que admiran actualmente a sus reyes del acero, del petróleo, de la carne, del maíz, del trigo”.[58])

A bordo del Coamo, los comisionados autorizaron las siguientes declaraciones enviadas a San Juan por cable:

La Comisión tenía que esgrimir sus armas contra los malos americanos que desde el Consejo Ejecutivo deshonran a los Estados Unidos, y contra el sistema que se declaró temporal en abril de 1900 y que, con perfecta justicia, temporal es en abril de 1909, temporal generador de mayores desdichas que los temporales de San Narciso, San Felipe y San Ciriaco en otras épocas de triste remembranza.[59]

Se preguntan los comisionados si estaban ante una situación donde imperan los métodos de San Petersburgo y Constantinopla, las sedes arquetípicas del autoritarismo. Estaba claro que el presupuesto no era lo que importaba; era la Foraker. Y que la única arma con la que contaban era la publicidad, teniendo fe en el triunfo de las ideas a través de una eficaz campaña propagandística.

Pocos días después, el presidente habló por fin de Puerto Rico ante el Congreso reunido en sesión extraordinaria. Su versión de los hechos se apega casi verbatim a la de los representantes del Consejo Ejecutivo que estuvieron en Washington aunque admite la ambigüedad en la ley sobre en quién reside la responsabilidad de distribuir los gastos del gobierno. En pocas palabras, Taft acusa a la Cámara de Delegados de realizar un chantaje legislativo cuya finalidad es nada menos que “destruir el gobierno”. La “subversión” cameral no es cuestión reciente:

Este espíritu, que ha venido desarrollándose de año en año en Puerto Rico, demuestra que a la Cámara de Delegados se le ha concedido demasiado poder, y que sus miembros no han sabido colocarse a la altura de su responsabilidad jurada para el sostenimiento del Gobierno, justificando al Congreso en la negativa de seguirles otorgando poder absoluto para rehusar los créditos que la vida de aquél necesita.[60]

Entonces Taft, el padre ofendido, recomienda al pleno congresional que se enmiende la Ley Foraker a los efectos de que, al igual que está contemplado para Hawaii y Filipinas, se repitan los presupuestos del año interior en caso de que se intente “el abuso del poder de créditos”. De nada ha valido haberse reunido con los comisionados de la Cámara – señala el Presidente – pues su representación de los hechos era prueba de que no deseaban colocarse en actitud conciliadora.

El operativo de infantilización imperial se redobla. El presidente se queja del mal agradecimiento de los puertorriqueños. Al momento de la invasión, la “hija favorita de los Estados Unidos” era un lugar de pobreza extrema, sin apenas caminos, con un analfabetismo rampante, y sus habitantes plagados de anemia y viruela. El cuadro en 1909 es otro: “Jamás hubo una época en la historia de la Isla en que fuese más alto el promedio de la prosperidad de los puertorriqueños; en que sus oportunidades para levantarse hayan sido mayores, y en que estuviesen más seguras su libertad de pensamiento y de acción”.[61] En suma: “Sin nuestra munificencia Puerto Rico estaría tan decaído como se encuentran algunas de sus vecinas las Islas de las Antillas”.[62]

Taft demerita a la Carta Autonómica y los reclamos de los comisionados de que “el puertorriqueño se ve ahora sometido bajo la soberanía americana a la opresión política y a un gobierno menos liberal que lo fue el español”.[63] El presidente argumenta que es “ocioso comparar el poder político de los puertorriqueños bajo la influencia del decreto real de 1897” porque no hubo tiempo de probarse su idoneidad. De lo que está seguro es de que: “Es ésta la primera vez en la historia de Puerto Rico que la Isla vive bajo la protección de leyes confeccionadas por su propia Legislatura”.[64] Esto por supuesto no es cierto; ignora la existencia de la Diputación Provincial a lo largo del siglo 19.

Remata Taft su mensaje cuestionando si se merecen los puertorriqueños gozar de los poderes para votar el presupuesto habida cuenta de su intención de imposibilitar totalmente la obra de gobierno. En la avidez de sus leaders de alcanzar el poder político, “los puertorriqueños han olvidado la generosidad de Estados Unidos”. En todo caso, si quieren cambios en la Foraker, eso es asunto de la incumbencia del Congreso. “Un cambio de esa naturaleza solo se consigue de forma ordenada y sin coaccionar al Congreso, paralizando el brazo del Gobierno existente”.[65]

Para Muñoz Rivera, que leía el mensaje desde Puerto Rico, Taft debió “colocarse junto a la colonia e impulsarla; junto al débil y apoyarle”.[66] Pero había algo que se lo impedía: “Mr. Taft no está a esa altura. Y no se nos ocurre motejarle con rudos epítetos. No es suya la culpa si la naturaleza, dotándole de un extraordinario volumen físico, no lo dotó a la vez de un extraordinario volumen encefálico”.[67]

Desmenuza Muñoz Rivera uno a uno los argumentos del mensaje presidencial. Puerto Rico nunca ha sido “la hija favorita de Estados Unidos” y tampoco consintió a que su soberanía fuese desplazada a Estados Unidos en 1898. De “tejido de afirmaciones falsas” le cataloga al señalar desde las páginas de La Democracia que los avances en educación y en medicina de los que alardea Taft habían sido hechos con legislación insular y con dinero de los contribuyentes puertorriqueños. A pesar de “sus intenciones perversas”, el líder unionista asegura que el mensaje presidencial es un triunfo para el país. Ha valido más que el trabajo de la comisión que viajó a Washington: “Es un triunfo del país. Mr. Taft quiso matarnos y nos sirve, en toscos vasos de Ohio, el licor de la vida”.[68]

A manera de epílogo, Muñoz Rivera afirma que aunque tarden años, el acta Foraker habrá de ser revisada. Extiende la mirada hacia atrás, a medio siglo de luchas autonomistas: “los unionistas que pelearon una pelea de medio siglo por su libertad y su dignidad, lucharán una lucha de otro medio siglo y preferirían morir con decoro a vivir con vilipendio”.[69]

La segunda sesión de la Quinta Legislatura

Convertir la crisis de presupuesto en un combate entre la libertad y la tiranía; entre el imperio y la democracia, le permitió a Luis Muñoz Rivera enarbolar sin merma alguna el liderato del Partido Unión a la vez que consolidó el rumbo de la colectividad hacia la derogación de la Foraker y la obtención del ansiado Senado electivo. Pero había una nueva sesión legislativa que solventar.

El mensaje del nuevo gobernador, George Colton, en la inauguración de la Legislatura en enero de 1910, es un rosario de jeremiadas sobre la insuficiencia fiscal que agobia a Puerto Rico. Al finalizar el año fiscal el 30 de junio de 1909, se acumulaba un sobregiro ascendente a medio millón de dólares.[70] Según Colton, se había gastado demasiado en escuelas, viviendas, carreteras y otras obras públicas no sólo con los ingresos disponibles sino usando préstamos y disponiendo del dinero devuelto por concepto de ingresos aduaneros. No había dinero siquiera para darle mantenimiento a las obras ya edificadas. Si se quería seguir construyendo carreteras y caminos había que emitir bonos o aumentar las contribuciones.[71]

Urge a la Cámara a que apruebe legislación para vender o arrendar 66 acres entre la Plaza Colón y el Puente de San Antonio. La segregación de espacios era parte del proyecto: “los que queden entre la carretera y el océano, sin igual en cuanto a conveniencia y propios para residencias y los que existen entre la carretera y la bahía, que serían de valor para almacenes, muelles y otras construcciones de puertos”.[72] Se escindía el barrio de Puerta de Tierra, en su nacimiento diverso, entre los de arriba y los de abajo.

Pese a la advertencia del gobernador de que no había dinero para obra pública, abundaron los proyectos para la adquisición de terrenos o cesión de tierras públicas para edificar sedes institucionales, del ámbito gubernamental o del cívico. La gran mayoría de las futuras construcciones se localizaban en la gran avenida cívica en que se estaba convirtiendo el viejo camino real que iniciaba en la Plaza de Colón. Se trata del proyecto urbanístico del City Beautiful, que se extendería desde la Escuela José Julián Acosta (entonces Public School #1) hasta el parque Luis Muñoz Rivera, concluido a comienzos de la década de los treinta. En esta sesión legislativa, se aprobó la cesión de terrenos para construir la Gran Logia Soberana; para que se le vendiera a la Asociación Casino de Puerto Rico por un simbólico dólar el predio a la entrada del casco viejo para construir el casino (se inauguró en 1917); se discutió una cesión de terrenos en Puerta de Tierra a la Federación Libre de Trabajadores para construir el templo del trabajo; se le concedió un solar a la YMCA para que construyera su edificio y se discutió el proyecto para demoler el edificio de gobierno conocido como La Convalecencia en Río Piedras (antigua residencia de verano de los gobernadores) para dedicar los terrenos a un parque, lo que eventualmente se hizo.

Otros temas en el mensaje del gobernador suenan hoy muy familiares: la necesidad de catalogar y conservar los archivos históricos; la reducción de la Junta de Síndicos de la Universidad de Puerto Rico de 12 a 9 síndicos; la necesidad de un trato humanitario a los que denomina “locos” y una mudanza inmediata del lazareto ubicado en Isla de Cabras para que los leprosos estén “protegidos contra las furias de las tempestades”.[73]

Pero lo que más ocupó las jornadas camerales en su segunda sesión fue la respuesta del presidente Taft y la intención del Congreso de echar hacia adelante la enmienda a la Ley Foraker que hacía permanente la política adoptada tras no aprobarse el presupuesto de gastos en marzo de 1909.

En el acta correspondiente al 16 de enero de 1910, se incorpora un discurso de Luis Muñoz Rivera, el cual se refiere a la carta orgánica como “una triste farsa” y a la propia Cámara de Delegados como una “mísera ficción”. La opinión, ese pilar de la colectividad que dirigía se tornaba “nula e impotente” frente a un gobierno “eficaz y omnipotente.[74] No todo era derrota, sin embargo: “Fuimos a la capital de la república. Éramos débiles y nos hizo fuertes la justicia; éramos pequeños y nos hizo grandes el patriotismo”.[75] Era hora de ser pacientes: “No comprometamos con un solo paso, con un solo acto, el porvenir de Puerto Rico”.[76]

La inminente consideración del proyecto 19718 de la Cámara de Representantes, el ya mencionado bill Olmsted llena de aprensión a la Cámara de Delegados que aprobó entonces el envío de una nueva comisión a Washington con los mismos delegados que habían compuesto la primera. Las recomendaciones para llevar a Washington son fundamentalmente tres: ciudadanía colectiva; Senado electivo y nombramiento de los jefes de departamento por el gobernador, con la aprobación del Senado insular.[77]

La argumentación del memorial de protesta es redactado por José de Diego y Eduardo Giorgetti que le recuerdan a Estados Unidos que: “Recibimos como aliados al Ejército Americano . . . hemos sido leales durante un largo periodo de prueba y de amargura”,[78] es como sigue: el proyecto proporciona un Senado a Puerto Rico pero con participación puertorriqueña minoritaria; concede “el derecho a la naturalización, como un medio de adquirir la ciudadanía, siendo ésta imprescindible para el ejercicio de los cargos públicos y del sufragio”.[79] Crea de esa manera – continúa el memorándum – dos tipos de ciudadanía: la puertorriqueña, por virtud de la Foraker y la norteamericana, por esta enmienda; dos castas: una con el privilegio de los derechos políticos y la potestad de desempeñar las funciones públicas; la otra, “ciudadanos genuinos de Puerto Rico, como extranjeros en su propio país y con su propia ciudadanía en una completa ausencia de las cívicas prerrogativas”.[80]

Una carta de los comisionados informando sobre sus actividades en Washington trae una sorpresa: el representante Olmsted, Presidente del Comité de Asuntos Insulares y autor nominal del proyecto, “se apresuró a negar la paternidad que se le atribuye declarando que el Bill en su iniciativa y en sus formas, pertenece a la Administración”, es decir, Casa Blanca. Armado con esa información, continúan los comisionados, Cayetano Coll y Cuchí “usó de la palabra en inglés” para desmontar la declaración de motivos del proyecto que tenía una paternidad discutible: “No podemos, no debemos ocultar el hondo pesimismo que nos entristece al ver cómo la Administración nos hostiliza y pretende establecer en nuestro país un insensato despotismo”.[81]

Pocos meses después de terminada la sesión, Luis Muñoz Rivera viajaría a Washington, ahora como Comisionado Residente. Para poder manejarse en los pasillos congresionales que lo habían humillado, se esforzó en aprender inglés y en aprender a tocar puertas y cultivar alianzas. En dos años, los “jóvenes turcos” dentro de su partido fundaron el Partido de la Independencia, de cortísima duración. Muñoz Rivera seguiría dominando la política insular a través de una pluma vigorosa que se desplegaba en sus columnas para La Democracia y en el dominio de la agenda legislativa de la Cámara de Delegados que siguió con copos unionistas.

Para Muñoz Rivera, serían seis años más de luchas, ajustes, negociaciones en un escenario colonial que se transformaría de manera irremediable en la medida en que Estados Unidos se afianzaba como potencia económica y geopolítica. No lograría, como sabemos, ver aprobada finalmente la nueva carta orgánica que eliminaba las anomalías de la anterior y abría a un Senado puertorriqueño electo por voto popular. Moriría en 1916 con ciudadanía puertorriqueña, junto al comercio libre lo único de la Foraker que defendió hasta el último de sus días.

Notas al Calce

[1] William H. Taft, Mensaje al Congreso, 10 de mayo de 1909.

[2] Luis Muñoz Rivera, citado en Cayetano Coll y Cuchí, Pro Patria, San Juan: M. Burillo & Co., 1909, p. 251.

[3] Bolívar Pagán, Historia de los partidos políticos puertorriqueños (1895-1956), San Juan: Librería Campos, 1959, Tomo I, p. 91.

[4] Ibid. p.93.

[5] Luis M. Díaz Soler, Rosendo Matienzo Cintrón: Orientador y guardián de una cultura, San Juan: Ediciones del Instituto de Literatura Puertorriqueña/Universidad de Puerto Rico, 1960, Tomo I, p. 111.

[6] Luis Muñoz Marín, Discurso en el día de Luis Muñoz Rivera, 17 de julio de 1960.

[7] Actas de la Cámara de Delegados de Puerto Rico 1909-1910, p.15.

[8] Ibid. p.17.

[9] Ibid. p.17.

[10] Ibid. p.42.

[11] Ibid. p.83.

[12] Ibid. p.241.

[13] Actas de la Cámara de Delegados de Puerto Rico 1909-1910, p.59.

[14] Ibid. p.138.

[15] Ibid. p.300.

[16] Ibid. p.40.

[17] Ibid. p.59.

[18] Ibid. p.150.

[19] Ibid. p.155.

[20] Actas de la Cámara de Delegados de Puerto Rico 1909-1910, p.156.

[21] Ibid. p.151.

[22] Ibid. p.273.

[23] Cayetano Coll y Cuchí. Pro Patria, San Juan: M. Burillo & Co., 1909, p.47.

[24] Cámara de Delegados de Puerto Rico, Memorial al Congreso y Presidente de los Estados Unidos, en Pro Patria, p. 47-48.

[25] Actas de la Cámara de Delegados de Puerto Rico 1909-1910, p.425.

[26] Junta Central del Partido Unión de Puerto Rico, citado por Coll y Cuchí, op.cit. p.19.

[27] Ibid. p.19.

[28] Luis Muñoz Rivera, Discurso 15 de enero de 2016, citado por Coll y Cuchí, op.cit. p. 21.

[29] Coll y Cuchí, op.cit. p.23.

[30] La Democracia, 26 de enero de 1909, citado por Coll y Cuchí, op.cit. p.26.

[31] Ibid. p.27.

[32] Luis Muñoz Rivera, La Democracia, citado por Coll y Cuchí, op.cit. p.31.

[33] José Trías Monge, Historia Constitucional de Puerto Rico, San Juan: Editorial Universitaria, Vol.2, p.20-22.

[34] Resolución de Cámara de Delegados de Puerto Rico, 14 de marzo de 1909, citada por Coll y Cuchí, op.cit. p.60.

[35] Luis Muñoz Rivera, Palabras en la Sesión de la Cámara de Delegados, 14 de marzo de 1909, citado por Coll y Cuchí, Ibid. p.59.

[36] Ibid. p.66.

[37] Coll y Cuchí, op.cit. p.89.

[38] Ibid. p.94

[39] Informe del Consejo Ejecutivo al Secretario del Interior, 29 de marzo de 1909, citado por Coll y Cuchí, Ibid. p.98.

[40] Luis Muñoz Rivera, Cayetano Coll y Cuchí, Eugenio Benítez Castaño, Carta a la Junta Central de la “Unión de Puerto Rico”, citado por Coll y Cuchí, Ibid. p.115.

[41] New York Herald, Entrevista a Luis Muñoz Rivera, 7 de abril de 1909, citado por Coll y Cuchí, op.cit. p.122.

[42] Luis Muñoz Rivera, Cayetano Coll y Cuchí, Eugenio Benítez Castaño, Carta a la Junta Central de la “Unión de Puerto Rico”, 9 de abril de 1909, citado por Coll y Cuchí, Ibid. p.125.

[43] Ibid. p.126.

[44] Ibid. p.127.

[45] Luis Muñoz Rivera, Exposición al Congreso, citado por Coll y Cuchí, op.cit. p.163.

[46] Ibid. p.164.

[47] Ibid.

[48] Ibid.

[49] Coll y Cuchí. op.cit. p.167.Ibid.

[50] Ibid. p.169.

[51] Ibid. p.169.

[52] Ibid. p.176.

[53] Ibid. p.176.

[54] Para una comparación de entre la Constitución Autonómica de 1897 y la Ley Foraker de 1900 en relación a la representación insular en el gobierno, véase Ibid. p.187-188.

[55] Coll y Cuchí. op.cit. p.176.

[56] Ibid. p.183.

[57] Luis Muñoz Rivera, Carta a la Junta Central del Partido de la Unión, 23 de abril de 1909, citado en Pro Patria. op.cit. p.198.

[58] Ibid. p. 200.

[59] Luis Muñoz Rivera y Cayetano Coll y Cuchí, citado por Coll y Cuchí, op.cit. p.211.

[60] William Taft, Carta al Senado y Cámara de Representantes, citado por Coll y Cuchí, op.cit. p.228.

[61] Ibid. p.227.

[62] Ibid.

[63] Ibid.

[64] Ibid. p. 228.

[65] Coll y Cuchí, op.cit. p.240.

[66] Ibid. p.240.

[67] Ibid.

[68] Ibid. p.256.

[69] Actas de la Cámara de Delegado de Puerto Rico 1909-1910, op.cit. p.421.

[70] Ibid. p.520.

[71] Actas de la Cámara de Delegado de Puerto Rico 1909-1910, op.cit. p.525.

[72] Ibid.

[73] Actas de la Cámara de Delegado de Puerto Rico 1909-1910, op.cit. p.528.

[74] Ibid. p.559.

[75] Ibid. p.559.

[76] Actas de la Cámara de Delegado de Puerto Rico 1909-1910, op.cit. p.561.

[77] Ibid. p.470-471.

[78] Ibid. p.684.

[79] Ibid.

[80] Ibid.

[81] Ibid. p.537.